• “El que se porte mal se va hasta Huimanguillo”, advirtió durante su última visita a dicho municipio; instruyó certificar centro de tiro para adiestramiento de las policías
“Buenos días, todavía”, saludó el Gobernador Javier May Rodríguez a los servidores públicos del gabinete de seguridad que lo esperaban en la rampa de entrada del Centro Penitenciario Estatal Número 9, ubicado en el kilómetro 73.5, de la carretera federal Raudales, Malapaso-El Bellote y que, tras su rehabilitación, parece totalmente nuevo.
La duda del mandatario saltó por los sucesivos eventos que presidió desde temprano, el jueves 17 de julio, primero en la cabecera municipal de Huimanguillo, luego en el poblado Francisco Rueda y, posteriormente, en la Villa Estación ChontalpaYa era más de una de la tarde, pero los custodios, formados en columnas, respondieron: “Buenos días”.
Aún no han llegado los 720 nuevos reclusos, que es la capacidad que tiene este impresionante edificio para albergar población carcelaria, pero el sólido cuerpo de guardianes, integrado por hombres y mujeres jóvenes, está listo para custodiarlos.
Después de apretar las manos del comandante de la 30° Zona Militar, Miguel Ángel López Martínez; la del secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Serafín Tadeo Lazcano; la del director del Sistema Penitenciario Estatal, William Cabrera Pascacio, May Rodríguez se dirigió a su secretario de Ordenamiento Territorial y Obras Públicas, Daniel Arturo Casasús Ruz: “¿Cómo vamos?, ¿ya quedó?”.
El secretario, responsable de las acciones para remodelar el edificio que permanecía cerrado desde el año 2020, respondió. “Llevamos un 95% de avance, y ya solo nos faltan detalles finos, que tienen que ver con pintura, pero la próxima semana lo terminaremos. La remodelación se hizo en el exterior e interior. Entre otras acciones, las instalaciones hidráulicas se rescataron, ya que estaban colapsadas”, afirmó.
El edificio, desincorporado del Sistema Penitenciario Federal, fue entregado en comodato en 2023 al Gobierno del Estado, pero la administración anterior no hizo nada para ocuparlo, pese a la sobrepoblación que padece el Centro de Reinserción Social de Tabasco (CREST).
A siete meses de asumir como Gobernador, May Rodríguez logró que el Gobierno federal lo donara, quedando formalizada la entrega el 14 de marzo de este año, en el Diario Oficial de la Federación.
“Este gobierno sí aprovechará este centro de reclusión, como una medida de paz, para desahogar el CREST y hasta generar empleo”, reconoció la presidenta municipal de Huimanguillo, Mari Luz Velázquez Jiménez, en el acto protocolario de recibimiento. El centro penitenciario está dentro del municipio que gobierna.
Los visitantes se adentraron en una serie de pasillos largos y anchos, de muros gruesos y pisos con rayas amarillas en sus extremos. Incluso, hay nuevas paredes que forman corredores con otras áreas. “La vez pasada que venimos no estaba así como ahora, pintado”, observó May Rodríguez mientras Casasús Ruz elogiaba la altura de los corredores que se agregaron: “Son tan gruesos los muros, que siempre que venimos, están frescos”.
Después de visitar los talleres, la cocina, los comedores, los patios de sol y las áreas de convivencia conyugal y familiar, por pasillos en los que cada tanto hay un punto de seguridad, el mandatario y sus acompañantes, llegaron al área de celdas, cuyas camas son, como dice la canción del inolvidable Cuco Sánchez, “de piedra”.
“¡Se acabó la fiesta!”, expresó el gobernador, en referencia a la seguridad impenetrable y control milimétrico que ofrecerá este nuevo centro de reclusión sobre los delincuentes de alta peligrosidad.
El último punto en visita fue el área de control y monitoreo, quizá el “cerebro” del Centro Penitenciario Estatal Número 9. Se trata de una sala grande, de paredes bancas y pisos brillantes, que tiene una prominente base de cemento elevada a buena altura, donde se colocarán pantallas para controlar las cámaras de vigilancia que estarán en corredores y áreas estratégicas.
Hasta ese punto subió el Gobernador, con la presidenta de Huimanguillo, el secretario de seguridad y el director del Sistema Penitenciario Estatal; contento de ver que, en tiempo y forma, la rehabilitación es un hecho, May Rodríguez extendió sus brazos como si estuviera ya viendo ya las pantallas gigantes, ya las computadoras y hasta el personal de monitoreo, y exclamó: “¡Imagínate aquí, cuando el secretario tenga el C-5!”.
Al bajar de la plataforma de concreto y antes de salir de la sala, el mandatario, sin dirigirse a nadie en específico, y todavía jubiloso, añadió: “El que se porte mal se va a hasta Huimanguillo”.
De nuevo, en la rampa elevada de la entrada, pero que esta vez sirvió “de salida”, los custodios en formación de columnas lo vuelven a saludar, parece no han pestañeado durante aproximadamente una hora que duró el recorrido.
El mandatario señaló con su índice el monte que no deja de crecer alrededor del penal, una extensión de 751 mil metros. “El tema del mantenimiento va a ser permanente. Hay que traer unos chivos para que se coman el pasto”, sugirió en broma al secretario Casasús.
Y ya está a punto de irse, formuló otras preguntas, sabedor de que si se quieren resultados positivos, no se pueden hacer las cosas como antes, sin supervisión contante y preguntas puntuales a los responsables.
“¿Tienen tiro al blanco?”, inquirió. Entre el grupo de servidores públicos encargados de la seguridad alguien respondió que sí. May Rodríguez lanzó una nueva interrogante que normalmente conduce invariablemente a una nueva acción. “¿Cuántas policías municipales cuentan con campo de tiro?”. Al unísono le respondieron: “Ninguna”.
Entonces encomienda una nueva tarea a quienes acaban de terminar la rehabilitación y el recorrido. “Hay que traer a los policías acá, a que practiquen en el campo de tiro. Y hay que buscar certificarlo. Ya estamos. Nos vemos pronto”, dijo y ahora sí se despidió.